«Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados» (Heb. 5, 1).
El domingo 11 de septiembre, en la
Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, Su Excelencia monseñor Vartán
Boghossian, Obispo del Exarcado Apostólico Armenio para América Latina, durante
la Santa Misa en la Catedral Nuestra Señora de Bzommar en Montevideo, nombró
Archimandrita al reverendo padre Antonio Ketchedjian, y que debería ser llamado
a partir de ahora como monseñor.
En el decreto de nombramiento, mons.
Boghossian, resalta los siguientes puntos:
considerando:
a) que el Rev. P. Antonio Nazaret Ketchedjian
Djchizian, es el Cura Párroco de nuestra Parroquia Armenia Católica Nuestra
Señora de Bzommar, para los Armenios Católicos de la República Oriental del
Uruguay,
b) que el Padre Antonio está cumpliendo cuarenta
y cinco años de vida sacerdotal,
c) que, desde hace muchos años, ejerce su misión
sacerdotal con gran dedicación y entrega, decidimos:
Conferir al Rev. P. Antonio Nazaret Ketchedjian Djchizian, el grado de
Archimandrita, con todos los derechos y deberes correspondientes a esa
consideración.
Dios lo siga asistiendo en su misión, con la protección de nuestra Madre
Santísima y de nuestro Padre Fundador, Don Bosco.
Comuníquese, publíquese y archívese.
Dado en Montevideo, a los once días del mes de septiembre del año dos mil
dieciséis, Año Jubilar de la Misericordia.
Mons. Vartan W. Boghossian, sdb
Exarca
Apostólico Armenio de América Latina
Obispo de la Eparquía San Gregorio de Narek de Buenos Aires
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Ascendió
hasta coronel, pero luego de volver de una misión en Haití decidió dedicarse de
lleno al camino religioso y se convirtió en sacerdote.
Genaro
Lusararián dedicó la mayor parte de su vida a la carrera militar, ascendiendo
hasta coronel, pero a los 45 años, al regresar de una misión en Haití, pidió
ser dado de baja.
La razón
no fue el miedo, el trauma o la decepción sino el llamado de Dios.
Hace 4
años y medio que es cura y vive con enorme felicidad el vuelco radical que dio
a su vida. Genaro se crió en San José, donde su padre estaba destinado como militar,
y cursó la primaria en el colegio Sagrada Familia de esa ciudad. Es el segundo
de cinco hermanos y el único que heredó la vocación paterna. Con trece años
entró al Liceo Militar en Montevideo, por lo que toda la familia se mudó a la
capital, y después cursó la Escuela Militar.
“Para mí
es una profesión lindísima, llena de mucha humanidad, de mucho respeto,
educación, disciplina y la amé desde siempre, realmente la amé desde siempre y
hoy la sigo amando”, dijo.
Durante
su adolescencia se alejó de la religión a la que había estado vinculado desde
pequeño principalmente por la escuela. Pero a los 23 años, cuando era
instructor en la Escuela de Suboficiales del Ejército, algo sucedió.
“Me
preguntan mucho qué te pasó, qué te pasó a esa edad que, uno piensa te dejó una
novia, te pasó algo en la profesión, te asustaste con alguna enfermedad, fue
una gracia de Dios. Empecé a sentir que habíamos sido criados a imagen y
semejanza de dios, no sé por qué”, relató.
Sólo tres
días después de que irrumpiera en su mente ese pensamiento, dos personas, por
diferentes lados, lo invitaron a acercarse a la Iglesia Evangélica Armenia.
“Dios va
haciendo esas pequeñas trampitas por llamarlo así, te va poniendo distintas
personas en el camino y lo tomé como así, que eran mensajes de Dios,
invitaciones de Dios”, contó a Telemundo.
Varios
meses después, Genaro decidió integrarse a una pequeña comunidad de la Iglesia
Carismática de Belén, en Malvín, y, a diferencia de lo que muchos podrían
pensar, su profesión de militar no se contrapuso con el camino espiritual que
estaba emprendiendo.
“No hubo
conflicto en eso, a veces se piensa que ser cristiano, seguir a Cristo, ser su
discípulo choca o está reñido con la vida propia del militar. Fui descubriendo
cómo se fueron ensamblando mi amor a mi patria, a las tradiciones, al Ejército
con el amor a Dios, a su iglesia y al plan divino”, expresó Genaro.
El amor de Genaro por la iglesia nunca menguó, por el
contrario, fue creciendo, hasta que en 2004 sintió que debía dar el gran paso
de dedicarse de lleno al camino religioso y convertirse en cura. Pero no era
fácil dejar atrás la carrera militar que había comenzado a transitar con tan
solo trece años.
Cuando en
2004 culminaba su tarea como director de la Escuela de Suboficiales del
Ejército, Genaro comenzó a sentir que debía dejar todo para consagrarse a la
vida religiosa.
“Pienso
que es como cuando uno conoce a la mujer de su vida que la ve o piensa en ella
y se pone nervioso, con un nervio lindo, que el corazón palpita de otra forma,
y yo pensaba en eso y me ponía como nervioso lindo”, relató.
Debía
estar seguro antes de tomar la decisión, por lo cual pidió que lo enviaran a
una misión lejos de sus afectos, para pensar con mayor claridad.
“Me voy
lejos, a donde quieran que vaya, pidiéndole a Dios que me hablara como a burro.
Yo decía ‘señor no me hagas interpretar, deducir, imaginarme, hablame realmente
como burro, clarito. Yo dejo todo, vos sabés que yo amo esta profesión, la amé
desde siempre, pero la dejo feliz si vos me estás llamando pero hablame claro’.
No quería equivocarme”
Fue
enviado como jefe de estado mayor al Batallón en Haití, donde permaneció un año
realizando su tarea militar pero también brindando consejo espiritual a
compañeros y habitantes del país caribeño.
“Me vine
convencido de que sí, que dios me seguía llamando a pesar que yo amaba esa vida
militar y me sentía pleno en esa función”, confesó.
Al
regresar a Uruguay en 2006, ya sin dudas internas sobre su vocación sacerdotal,
pasó meses haciendo los ejercicios de San Ignacio de Loyola con un padre
jesuita, pero aún no le contaba a su familia sus intenciones de dejar las
Fuerzas Armadas.
El
primero en enterarse fue su hermano mayor y recién hacia fines de 2007, Genaro
comunicó su decisión al comandante en jefe del Ejército.
“Fue una
charla muy linda entre el paralelismo justamente, que no parece, que hay entre
la vida militar y la vida religiosa. Fue una linda charla, emocionante, me dijo
‘se imagina que en este escritorio también varias veces me encomiendo a Dios
porque no es fácil’”, contó Genaro.
Meses
después, el Ministerio de Defensa envió la autorización para su pase a retiro y
Genaro se fue a vivir al Obispado de la Diócesis de San José, desde donde
viajaba todos los días a Montevideo para asistir a la facultad de Teología.
“Me
recibieron muy bien y me sentía en parte como en mi casa porque recordaba todo
lo de mi infancia, fue una linda experiencia”, relató.
A
principios de 2009 y a pedido del obispo de la Iglesia Armenia, Genaro aceptó
mudarse a la parroquia armenia de Montevideo, si bien hasta ese entonces no
tenía muy presentes sus raíces.
En agosto
de ese año viajó a Roma para ingresar al Seminario Mayor Armenio, donde estudió
tres años y medio para regresar a Uruguay como diácono.
“No
fue nada fácil pero lo hice con tanta alegría que fue otra confirmación
de que Dios me estaba llamando a eso y era mi vida”, comentó el sacerdote.
Genaro se
recibió de sacerdote el 22 de junio del 2013 y jamás olvidará su primera misa
en la Iglesia de las Carmelitas.
“Celebrar
una eucaristía fue más que emocionante, si yo decía voy a celebrar la primera
misa y seguro que me muero. Fue lindísimo sí”, contó emocionado.
Pasaron
cuatro años y medio de aquella primera misa y Genaro sigue emocionándose con
cada ceremonia. Es además capellán en el Hospital Militar, donde valora el
hecho de poder acompañar a las personas en momentos difíciles.
“El trato
con cada solo, cada triste, cada enfermo, cada familia preocupada, cada madre,
cada hijo. Muchas veces uno se va del hospital llorando. No es fácil
desvincularse y además hay pacientes con los que uno se encariña también porque
están varias semanas internados. Te atrapa sí esa problemática, pero bueno, es
parte de la vida del sacerdote”, compartió.
Genaro
cree que, con su pasado, Dios formó el sacerdote que es hoy y le dio
herramientas para su combate como buen cristiano.